jueves, 30 de mayo de 2013

No es Justin… ¡Es Capriles!!!!!

Maricarmen Cervelli N.
@cervelli7


La convocatoria era a las 9:00 am, pero como buena venezolana y gracias al tráfico insoportable de Bogotá, llegué media hora después. La buena noticia era que el evento no había comenzado y una larga fila de gente con gorras tricolor, banderas y camisas vinotinto, esperaban pacientes una oportunidad para entrar, pero la oportunidad se había desvanecido. El centro de eventos Opa ubicado en la carrera 15 #102 estaba lleno, creo que los organizadores del encuentro entre Henrique Capriles y la comunidad venezolana que vive en Bogotá, no calcularon que iría más gente de la que ellos imaginaron.

Más de 100 personas se quedaron afuera ¡y se quedaron hasta el final! Cantaron el himno nacional, gritaron consignas y se mostraron resueltos a esperar ahí hasta que Capriles saliera al menos a saludar. Por más que rogaron no los dejaron pasar; pero esa espera aun sin ver ni escuchar nada de lo que sucedía al interior de la sala, se parecía un poco a la espera paciente, al “yo me quedo aquí, no importa cuanto; pero yo creo en esto, yo me quedo aquí”.

A un ladito de la escalera de entrada al salón pude confirmar que no cabía ni un alma más en aquel lugar. Me orillé humildemente para tomar fotos y anotaciones y de repente había llegado la hora. La gente se puso de pie, gritaba, aplaudía y alzaba sus teléfonos celulares para crear pruebas de su presencia en el encuentro. Como si el que iba a entrar era Justin Bieber, la euforia colectiva era incalculable y no distinguía sexo ni edad.

Ahí estaba, con su chaqueta blanca y los trazos de la bandera venezolana. No había silencio en la sala, era imposible lograrlo; la gente quería fotos, quería tocarlo, besarlo; le regalaban cartas y estampitas religiosas, el encuentro fue una fiesta, también una oportunidad de ver unidos a tantos venezolanos que viven en esta tierra colombiana.

“Esta es una lucha de principios”, decía Capriles mientras echaba el cuento de cómo le robaron las elecciones. “La legitimidad no la da ponerse la banda presidencial, lo que da legitimidad es el voto popular”, agregaba para hacer estallar el lugar en aplausos y gritos.

“Nosotros no somos tontos. Nosotros no somos bobos, podemos tener muchos defectos pero bobos no somos (…) La crisis política venezolana se soluciona con la verdad”, continuaba con su discurso, mientras les pedía a todos los presentes no dejar de luchar. No dejar de luchar por liberar a las secuestradas instituciones del Estado, no dejar de luchar por conseguir ser 70% de la fuerza que logre un cambio en el país. Pidió compromiso, que el esfuerzo no que quede ahí, más bien, que siga su rumbo sin descanso, que la voz de miles de venezolanos se escuche afuera; dijo que no tenía una bola de cristal para saber cuándo se daría un nuevo proceso electoral, pero aseguró que este se realizaría. “Esperamos que todos los problemas que tenemos allá (en Venezuela) tengan solución  (…) Sean ustedes la voz de la verdad en Colombia”, finalizó Capriles, lanzando besos y bendiciones mientras se le ahuecaba la cara con sus mohines característicos.

En Colombia, el excandidato presidencial cuenta con 54% de aceptación según la Gran Encuesta Colombia Opina de RCN Radio y Televisión, y la revista Semana, esto por encima de Juan Manuel Santos, Nicolás Maduro y el mismísimo Hugo Chávez.

El gobernador de Miranda anda haciendo peregrinación por Latinoamérica para hablar de los atropellos que se han cometido en Venezuela y denunciar el fraude electoral. En Colombia se reunió con el presidente Santos, quien le hace honor a su nombre y le gusta estar bien con Dios y con el diablo (pero quien también demostró su espíritu democrático). También estuvo con el presidente del senado y el presidente de la Cámara, hizo rueda de prensa, se reunió con los venezolanos y fue entrevistado por Jaime Bayly, quien lo llamaba “presidente”.
Capriles pidió que no dejaran sola a Venezuela y que escucharan a esa parte que no comulga con lo que él llama “un gobierno retrógrado y corrupto”.

Al finalizar, la gente de afuera lo esperaba todavía. Él se asomó y saludó y la gente gritaba enloquecida.  Los de allí quedaron finalmente satisfechos. Los de afuera y los de adentro saben lo que es esperar y confían en su presidente de corazón, de ahí que lucha continua.




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