@cervelli7
La convocatoria era a las 9:00
am, pero como buena venezolana y gracias al tráfico insoportable de Bogotá,
llegué media hora después. La buena noticia era que el evento no había
comenzado y una larga fila de gente con gorras tricolor, banderas y camisas vinotinto,
esperaban pacientes una oportunidad para entrar, pero la oportunidad se había
desvanecido. El centro de eventos Opa ubicado en la carrera 15 #102 estaba
lleno, creo que los organizadores del encuentro entre Henrique Capriles y la comunidad
venezolana que vive en Bogotá, no calcularon que iría más gente de la que ellos imaginaron.
Más de 100 personas se quedaron
afuera ¡y se quedaron hasta el final! Cantaron el himno nacional, gritaron
consignas y se mostraron resueltos a esperar ahí hasta que Capriles
saliera al menos a saludar. Por más que rogaron no los dejaron pasar; pero esa
espera aun sin ver ni escuchar nada de lo que sucedía al interior de la sala, se parecía un
poco a la espera paciente, al “yo me quedo aquí, no importa cuanto; pero yo creo en esto, yo me
quedo aquí”.
A un ladito de la escalera de
entrada al salón pude confirmar que no cabía ni un alma más en aquel lugar. Me
orillé humildemente para tomar fotos y anotaciones y de repente había llegado
la hora. La gente se puso de pie, gritaba, aplaudía y alzaba sus teléfonos
celulares para crear pruebas de su presencia en el encuentro. Como si el que
iba a entrar era Justin Bieber, la euforia colectiva era incalculable y no
distinguía sexo ni edad.
Ahí estaba, con su chaqueta
blanca y los trazos de la bandera venezolana. No había silencio en la sala, era
imposible lograrlo; la gente quería fotos, quería tocarlo, besarlo; le
regalaban cartas y estampitas religiosas, el encuentro fue una fiesta, también
una oportunidad de ver unidos a tantos venezolanos que viven en esta tierra
colombiana.
“Esta es una lucha de
principios”, decía Capriles mientras echaba el cuento de cómo le robaron las
elecciones. “La legitimidad no la da ponerse la banda presidencial, lo que da legitimidad es el voto popular”, agregaba para hacer estallar el lugar en aplausos y
gritos.
“Nosotros no somos tontos.
Nosotros no somos bobos, podemos tener muchos defectos pero bobos no somos (…)
La crisis política venezolana se soluciona con la verdad”, continuaba con su
discurso, mientras les pedía a todos los presentes no dejar de luchar. No
dejar de luchar por liberar a las secuestradas instituciones del Estado, no dejar de luchar por conseguir ser 70% de la fuerza que logre un
cambio en el país. Pidió compromiso, que el esfuerzo no que quede ahí, más bien, que siga
su rumbo sin descanso, que la voz de miles de venezolanos se escuche afuera;
dijo que no tenía una bola de cristal para saber cuándo se daría un nuevo
proceso electoral, pero aseguró que este se realizaría. “Esperamos que todos los problemas
que tenemos allá (en Venezuela) tengan solución
(…) Sean ustedes la voz de la verdad en Colombia”, finalizó
Capriles, lanzando besos y bendiciones mientras se le ahuecaba la cara con sus
mohines característicos.
En Colombia, el excandidato presidencial cuenta con 54% de aceptación según la Gran Encuesta Colombia Opina de RCN
Radio y Televisión, y la revista Semana, esto por encima de Juan Manuel Santos,
Nicolás Maduro y el mismísimo Hugo Chávez.
El gobernador de Miranda anda
haciendo peregrinación por Latinoamérica para hablar de los atropellos que se
han cometido en Venezuela y denunciar el fraude electoral. En Colombia se
reunió con el presidente Santos, quien le hace honor a su nombre y le gusta
estar bien con Dios y con el diablo (pero quien también demostró su espíritu democrático). También estuvo con el presidente del
senado y el presidente de la Cámara, hizo rueda de prensa, se reunió con los
venezolanos y fue entrevistado por Jaime Bayly, quien lo llamaba “presidente”.
Capriles pidió que no dejaran
sola a Venezuela y que escucharan a esa parte que no comulga con lo que él
llama “un gobierno retrógrado y corrupto”.
Al finalizar, la gente de afuera
lo esperaba todavía. Él se asomó y saludó y la gente gritaba enloquecida. Los de allí quedaron finalmente satisfechos. Los de
afuera y los de adentro saben lo que es esperar y confían en su presidente de
corazón, de ahí que lucha continua.
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