domingo, 27 de abril de 2008

Entre las Luces del Guaire

Víctor José es taxista, tiene 30 años, buen porte y gran talento. Recorre diariamente las repletas calles y autopistas de la Gran Caracas con un carro que le regaló su papá cuando se graduó.

Cuando me monté en su taxi comencé a mirar la ciudad, la que se levanta y cae continuamente delante de mis ojos. La que tiene paredes dibujadas y artísticamente dispuestas para que disfrutemos el recorrido de una usual cola en la autopista, la misma que tiene grandes avenidas y a la vez grandes callejones, la ciudad de grandes edificios y largas escaleras, la ciudad publicitaria y propagandística, el centro de los buhoneros y trabajadores informales, el colorido del cerro con las fachadas de las casas pintando horizontes, los campos de golf a un costado de la vía, el que vende dulces y cervezas en la autopista, el tráfico que ahoga, las colas interminables de los que esperan con sus caras cansadas el “carrito por puesto” o el metrobus, las cornetas diarias, el río Guaire… un mosaico muy marcado, una ciudad llena de contrastes, de paradojas, de ironías, de pies descalzos, de motos, de carros lujosos, de basura, de flores y de un río que fue decorado nuevamente con un mar de luces, donde convergen delfines, ranas, tortugas, barcos, entre otros objetos “navideños”.

En medio de mi despiste citadino, Víctor dice algunas palabras que no alcancé a escuchar, salvo algo que tenía que ver con el Río Guaire - ¿Será que llegaremos a ver el proyecto de saneamiento del Río Guaire terminado? -pregunta- ¡Que bonito se ve de noche con ese montón de luces! lo que durante el día parece un tendedero de ropa en medio del monte, encima de un caudal de aguas sucias y maltratadas a lo largo de los años.

Me incorporé de inmediato a la conversación y a los minutos me bajé del taxi. Tenía una cita en un famoso centro comercial que estaba repleto de gente, no se podía caminar, era un mar humano que iba y venía con una locura demoledora. La gente compraba todo lo que veía a su paso, era el consumismo caraqueño a ultranza. Yo, no dejaba de pensar en lo que Víctor me había dicho, el Río Guaire está ahí, es verdad, nos acompaña por casi todos los rincones de esta ciudad con 72 Km. De longitud atravesando el sureste de la metrópoli. Está contaminado, también es cierto, pero es un elemento más de la ciudad y en diciembre le ponen luces. Me aventuré entonces a hacer algo que nunca había hecho: visitar el río Guaire. Lo recorrí en autobús a través de la Avenida Río de Janeiro y me paré a verlo de cerca y ahí estaba, imponente con sus aguas sucias, algunas especies animales, personas y un olor fétido.

El Guaire fue una de las razones por las que Caracas era polo de atracción en la época colonial cuando servía de medio de transporte fluvial, hogar de diversas especies animales, y sobre todo de exótico atractivo visual. Con el paso del tiempo, el río se fue transformando gracias a la urbanización de muchas zonas del valle de Caracas hasta convertirse en lo que es hoy: por una lado, un transporte de insalubridad y por el otro, el reflejo de una sociedad que ha ido creciendo dentro de la cultura de la improvisación y el desorden, muy alejados de sentir real cariño por lo que irremediablemente es parte irreconciliable de nuestra ciudad. Hoy, parte del río Guaire es vivienda de muchas familias, guarida de indigentes y niños de la calle. En él conviven ratas, cucarachas, moscas, zamuros, iguanas, ardillas y hasta garzas blancas. Todo la basura va directo al río, por eso en algunas partes de su cauce está seriamente obstruido, de ahí que si llueve demasiado, el río crece y es responsable indirecto de graves inundaciones. Por eso, la inspiración de pintores y poetas, el lugar para enamorarse o dar paseos ya no es ni la sombra de lo que era, pues se convirtió en la principal vía de desagüe de las aguas residuales de la capital venezolana.

Actualmente, el Ministerio de Ambiente y los Recursos Naturales desarrolla un plan de saneamiento del río y estima que con la construcción de plantas de tratamiento, desviación de aguas negras y eliminación de desperdicios, éste sea completamente recuperado y saneado para el 2014.

El primer paso para la realización de este proyecto es la construcción y funcionamiento de la planta de tratamiento El Chorrito, en Los Teques. Según el Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información (MINCI), “esta primera planta, procesará las aguas servidas del casco central de Los Teques y zonas aledañas, que caen al Guaire y captará de 400 a 450 litros por segundo (…) El saneamiento arranca en el río San Pedro de los Altos, porque éste junto con el Macarao, en el sector Las Adjuntas dan origen al Guaire, por eso la primera planta de tratamiento de este proyecto está ubicada en Los Teques”

Mientras eso ocurre, el gobierno municipal quiso darle la vuelta a la situación y, desde el año pasado, vistió de navidad al río atravesándolo con luces verdes y figuras iluminadas, que de noche causan un efecto visual increíble. Este año la experiencia se repite y permite que los espectadores aligeren la marcha para disfrutar del paisaje nocturno, mientras se forma una gran tranca en la autopista. Esta iniciativa surge a partir de experiencias similares en Colombia y sirve para olvidar por un mes o algo más, un escenario ecológicamente preocupante que puede palparse fácilmente de día.

Pero sanear el río no es tarea exclusiva de una planta o de un proyecto, la gente también debe poner su granito de arena y contribuir a que el ornato y embellecimiento del Guaire no sea sólo un regalo de navidad. La Ministra del Poder Popular para el Ambiente, Yubirí Ortega, afirma que además de sanear el río Guaire, se debe educar a la población, tomar conciencia, preservar el agua y no botar la basura en sitios inadecuados. “El saneamiento del Guaire va mucho más allá de recoger las aguas servidas”, por eso el trabajo debe realizarse conjuntamente con las comunidades. Así que progresivamente veremos como se sanea el Guaire mientras crecen toda clase de arbolitos que serán plantados en los próximos años para darle colorido al río.

Estuve mucho rato parada en una esquina observando el Guaire y sus luces, de repente, pensé en Víctor y en las personas que como él se atreven a observar el Guaire con detenimiento. En esta navidad caraqueña tan concurrida, la gente al fin está mirando de nuevo al Guaire. De noche, mira sus luces verdes y su belleza y de día lo ignora, no es más que un cableado sobre un panorama maloliente y deplorable que, sin ánimos de entorpecer la iniciativa municipal, es una de las tantas expresiones de una sociedad llena de vacíos, con profundos malestares difíciles de resolver.

Mientras tanto me pregunto si el saneamiento del Guaire no será un montón de luces que brillarán durante algunos meses y ya, mientras que la gente, después de disfrutarlo, comienza a dañarlo de nuevo. Al final, en este licuado de venezolanidad que es Caracas, creo que la gente también merece su cuota de saneamiento. Más bien, por ahí habría que comenzar.